Pablo recuerda su manera de presentarse ante los corintios: «Me presenté ante vosotros débil, atemorizado y tembloroso. En aquello que os decía y os predicaba, no entraban palabras que se impusieran por su sabiduría… Para que vuestra fe no se fundamentara en la sabiduría de los hombres». Cuando escuchas una predicación, ¿la valoras por cómo es de brillante? ¿Quedas seducido más por cómo lo dice, que por lo qué dice?
Señor, que por encima de todo busque la profundidad de tu doctrina.