Hoy, día 15 de agosto, celebramos la Asunción de la Virgen María -la Dormición-, bajo las advocaciones de María, Alba, Muriel, Estrella y mar; de san Estanislao de Kostka, religioso; y la de san Tarsicio, diácono.
La tradición cristiana ha colocado en el corazón del verano una de las fiestas marianas más antiguas y sugerentes: la solemnidad de la Asunción de la Virgen. María, terminada su vida terrenal, fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Fruto de su maternidad divina, la Asunción de la Virgen, es para toda la humanidad, una prenda de esperanza en la resurrección porque ella ya comparte para siempre, la vida nueva de su Hijo Jesucristo. Esta festividad también se conoce, especialmente en Oriente, con el nombre de Dormición de la Virgen.
Estanislao de Kostka nació en 1550. Joven príncipe polaco que, recomendado por san Pedro Canisio, ingresó a los jesuitas de Roma a la edad de 16 años, muriendo unos meses después, el 15 de agosto de 1568. Antes de morir, había entregado una carta a sus compañeros dedicada a la Santísima Virgen, rogándole que le llamara al cielo para celebrar la fiesta de la Asunción de María con ella. Fue canonizado en 1726.
Tarsicio, del griego Tharsikios, que significa “valiente”, era un diácono o quizás un simple cristiano adulto que en la época de las persecuciones llevaba la Eucaristía a los cristianos encarcelados que no habían podido participar de la celebración, y parado por unos paganos, prefirió morir antes que darles el sacramento.