Cuando se tiene la responsabilidad en la guía y, por tanto, en la formación y el crecimiento de una persona o de un grupo de personas, se debería tener presente que, como los pastores con las ovejas, esta misión es para servir a Dios que es, en el fondo, quien nos ha encomendado esta tarea; tanto es así que no nos tenga que decir: «Vosotros dispersasteis mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas. Así que voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones».
Señor, que todos a los que nos has encomendado responsabilidades dentro de la Iglesia, desde la educación de los hijos hasta las comunidades cristianas, siempre seamos unos dignos servidores tuyos.