«Cuando extendéis las manos me cubro los ojos… Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien». Isaías con estas últimas palabras nos ha proclamado todo un programa de vida. ¿Qué haces para desprenderte del mal y ser justo?
Señor, yo soy consciente de tener las manos manchadas de sangre, pero vivo en una sociedad en que nos las ensuciamos de sangre; que sea lúcido y valiente para luchar contra el mal.