El profeta Ezequiel nos propone unas imágenes que nos sugieren que Dios, de lo que es más pequeño, casi insignificante, como el esqueje, puede transformar la vida y hace que sea un estallido de fortaleza como un cedro magnífico. El profeta pone en boca del Señor: «humillo al árbol elevado y exalto al humilde, hago secarse el árbol verde y florecer el árbol seco». Nosotros estamos en sus manos. Pero también sabemos que Él ama la vida. Y nosotros, ¿deseamos la vida? ¿Por qué?
Señor, que mi vida hable de tu gloria. Que mi capacidad de amar hable de tu ternura.