La primera carta de Pedro que estamos leyendo estos días, hoy nos dice esto: «dejad que Dios haga de vosotros un templo espiritual». ¿Qué resuena dentro de nosotros? ¿Estoy dispuesto a que Dios haga en mí? Ser un templo es siempre una presencia inequívoca que se levanta frente a todos. ¿No me importa que los demás puedan verme? Pero, sin embargo, ¿qué deben ver en mí?
Señor, que siempre esté contento de que los demás vean en mí a una persona feliz de ser poseído por tu amor.