El texto describe el día de Pentecostés: los apóstoles comenzaron a expresarse en varias lenguas y nos dice que gente proveniente de todas partes: «quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua», pero lo verdaderamente importante es la afirmación final del relato: «cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua». Este es uno de los distintivos de aquellos que son poseídos por el Espíritu Santo: proclama las grandezas de Dios.
Gracias por las maravillas que haces a todos los hombres y mujeres; que cada uno de nosotros seamos, al menos, un destello de tu luz.