David tenía el deseo de poder construir un templo para su Dios. El profeta Natán le contesta en nombre del Señor, que es Él, el Señor, quien le ha dado la gloria que tiene, que él, David está en sus manos, y en el fondo le dice: “tú, ¿quién eres para quererme hacer esto?”; pero le promete que será fiel a su dinastía, y que será su sucesor quien podrá realizar su deseo. Hay una afirmación que va destinada a los sucesores de David, y que también va bien recordarla, porque ésta es la relación que el mismo Jesús, cuando enseñe a orar a sus discípulos, recordará: «Yo seré para él padre y él será para mí un hijo». Dios es como un padre. ¿Qué esperas de un padre? ¿Qué esperas de tu Padre celestial?
Señor, que como el salmista también te diga y lo sienta en mi corazón: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora».