El segundo libro de Samuel nos describe la fiesta que se realiza con motivo del traslado del Arca de Dios. Nos dice: «David iba danzando ante el Señor con todas sus fuerzas, ceñido de un efod de lino». Nosotros quizás somos más inhibidos que David, pero si las fiestas del Señor se reducen a una buena comida, ¿no habremos empobrecido nuestra expresión de fiesta? ¿Cómo voy a cantar, manifestar, mi agradecimiento ante todos por el don que me ha hecho?