Homilía del P. Valentí Tenas, monje de Montserrat (21 de enero de 2024)
Jonás 3:1-5.10 / 1 Corintios 7:29-31 / Marcos 1:14-20
Estimados hermanos y hermanas: Estamos en los domingos del tiempo ordinario, en los pocos domingos que trascurren entre Navidad y la Cuaresma, que si Dios quiere empezará el miércoles de Ceniza el 14 de febrero.
Hoy, el Evangelio que hemos escuchado según san Marcos, debemos situarlo en su lugar geográfico concreto, en la gran depresión del río Jordán, concretamente en el lago natural de Tiberíades conocido como mar de Galilea; famoso por sus repentinos giros de mala mar y mar lisa, una vez san Juan Bautista había sido encarcelado por Herodes. Ahora en la actualidad, un pequeño monasterio Griego Ortodoxo, con cúpulas rojizas, quiere recordar la playa pedregosa, de tierra negra, la llamada de los primeros discípulos de Jesús de Nazaret.
Al pasar junto al lago, el Maestro, comienza su manifestación, su misión. Jesús bordea su orilla y ve a dos hermanos, Simón-Pedro y Andrés, que estaban echando las redes, Él personalmente les llama: “Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres”. Más allá vio a otros dos hermanos, Santiago y Joan, que ya tenían una barca en propiedad de su familia, reparando las grandes redes. Ambos jóvenes, dejando deprisa a su padre Zebedeo y los jornaleros de su casa, siguen rápidamente la Voz, la Vocación el (Vocare) del Maestro. Encontrarse con Cristo que se acerca: empieza a cambiar todo tu entorno. Ellos han dado este paso y han experimentado el abrazo de Amor transformador de Dios. Jesús no les prometió nada, no les aseguró una vida tranquila, una casa o dinero, ¡No! Simplemente los Llamó y Ellos, libremente respondieron: ¡Aquí estoy, Dios Mío! ¡Estoy aquí! (¡Conversión, Llamamiento y Seguimiento!).
Todos estamos llamados a seguir a Cristo en los múltiples Lagos y Lagunas de nuestra pequeña vida humana. Pero… ¿en qué laguna, o en qué humedal, de nuestra existencia estamos situados ahora? ¿Dentro del pantano de mi Yo personal, de mi egoísmo interior, que no deja oír el rumor de la brisa suave, de la voz del Señor que nos llama hoy personalmente? Ahora necesitamos dejar la barca o la (Banca o la Caixa) de nuestras comodidades, arrastrada muchas veces por nuestra fuerte marejada sistemática. Necesitamos un golpe de mar fuerte, de olas altas, para despabilarnos en el pequeño barco inestable de nuestra vida y reconocer que Jesús es el puerto, la dársena de salvación para todos nosotros. Vivimos enredados en nuestras propias redes sociales y ahora Cristo nos invita a escucharle en una frecuencia, en un Chat diferente, para sentirlo interiormente. Jesús nos invita a abrir una nueva ventana, una nueva pantalla, de nuestra red social para seguir sus huellas marcadas en la playa donde cada pequeño granito de arena, blanca o negra, es una persona humana única, específica y singular. El Pescador de Hombres nos quiere, repescar con su Anzuelo de Amor infinito, sólo falta nuestra respuesta, hace falta remar firmes, sincronizados para seguirlo; Jesús siempre nos deja una total libertad para acompañarle. Nosotros, simplemente, necesitamos escogerlo y ser buenos discípulos, Apóstoles, seguidores de la buena nueva hoy, aquí y ahora.
Se suele decir que, escoger es renunciar y con mucha frecuencia debemos elegir entre dos cosas buenas; necesitamos sopesar siempre los pros y los contras para así determinarnos y escoger una. Escuchar, escoger y discernir es un trabajo que debemos hacer constante y diariamente en nuestra vida cotidiana. Pero… ¡rectificar siempre es de sabios!
La conversión es siempre una invitación, una llamada a darnos la vuelta hacia Dios. No se trata sólo de convertirse en buenas personas de golpe, ¡no! sino, de volver a ese Yo, que es bueno, dentro de nosotros mismos. Por eso, la conversión nunca es triste, es simplemente, el redescubrimiento de la verdadera alegría interior de todo corazón humano. Convertirse es sencillamente: Dar un vaso de agua o hablar con esa persona mayor del rellano de casa. Estar disponible en todo. Para decir: ¿Buenos días, Buenas noches? Consolar y especialmente escuchar a quienes lloran o sufren. Compasivos, con quienes pasan: “Hambre, dolor o guerra”. Pacificadores, en todo momento de nuestra vida. Limpios de corazón, para decir siempre una palabra adecuada de: “Alegría, de amor y de paz”. Y sobre todo sacarnos de la cara esa visión fría, esa mirada de pocos amigos, de rostro serio y tenso, que pide siempre cierta distancia. Vivir con respeto y caridad para todos, y no sólo para tus amistades.
Jesús, quiere apóstoles, quiere testigos de su Amor. No quiere sabios, ni poderosos ni entendidos. Él quiere simplemente, una respuesta positiva y concreta para realizar una conversión total de tu vida, un revestirse de Él mismo y seguirlo.
El 14 de febrero el Miércoles de Ceniza, el celebrante impondrá la ceniza sobre nuestra cabeza diciendo las mismas palabras del Evangelio de hoy: “Convertiros y creed en la Buena Nueva del Evangelio”. Que así sea. Amén.
Última actualització: 22 enero 2024