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Domingo II del tiempo ordinario (14 de enero de 2024)

Homilía del P. Lluís Juanós, monje de Montserrat (14 de enero de 2024)

1 Samuel 3:3b-10.19 / 1 Corintios 6:13b-15a.17-20 / Juan 1:35-42

 

Después del Ciclo de Navidad, retomamos hoy los domingos del tiempo ordinario, en el que iremos siguiendo los inicios del ministerio público de Jesús, hasta llegar al tiempo de Cuaresma.

Las lecturas de hoy son una llamada de Dios a cada uno de nosotros. El joven Samuel, acogió esta llamada, respondió y se convirtió en un profeta de Dios. Una llamada -nos dirá san Pablo- a una vida nueva, que nos transforma íntegramente y que es vida de intimidad con Jesús. Como Andrés y Juan, también nosotros estamos llamados a conocer y amar a Jesús, a dar cumplimiento y respuesta a esta llamada que forma parte de nuestro itinerario personal, de nuestro camino de búsqueda de Dios.

“¿Qué buscáis?” Son las primeras palabras que Jesús pronuncia en el evangelio de Juan, dirigidas a los dos discípulos del Bautista. No es fácil responder a esta pregunta sencilla, directa, fundamental, desde el interior de una cultura como la nuestra, que parece preocuparse sólo de las necesidades más primarias y llenarlas con medios efímeros, olvidando a menudo las finalidades, sin dar una respuesta satisfactoria a las cuestiones más decisivas de la vida…

¿Qué es lo que buscamos exactamente? Para algunos, la vida es «un gran supermercado» (D. Sölle) y lo único que les interesa es adquirir objetos para “llenar” un poco su existencia. Otros lo que buscan es escapar de la enfermedad, la soledad, la tristeza, los conflictos o el miedo. Otros ya no pueden más y lo que quieren es que se les deje solos; olvidar a los demás y ser olvidados por todos. No preocuparse por nadie y que nadie se preocupe de ellos.

La mayoría buscamos sencillamente cubrir nuestras necesidades diarias y seguir luchando por ir cumpliendo nuestros pequeños deseos. Pero, aunque todos ellos se cumplieran, ¿quedaría nuestro corazón satisfecho? ¿se habría apaciguado nuestra sed de consuelo, liberación, felicidad y plenitud? En el fondo, ¿no caminamos buscando algo más que una simple mejora de nuestra situación? ¿algo más de lo que podemos esperar de ningún proyecto político o social?

Se dice que el hombre contemporáneo ha olvidado a Dios. Pero lo cierto es que, cuando un ser humano se interroga con algo de honradez, no le es fácil borrar del corazón «la nostalgia de Dios». Lo honrado que podemos hacer como seres humanos es «buscar». No cerrar ninguna puerta. No rechazar ninguna llamada. Buscar a Dios, hasta el límite de nuestras fuerzas y de nuestra fe, quizás incluso desde la vivencia del absurdo, la angustia o el desánimo.

Dios no juega a “hecho y esconder” ni se esconde de quien lo busca honradamente. Dios ya está en el interior mismo de esta búsqueda y es Él el primero quien se acerca a nosotros. Hay que hacer memoria aquí de la gran intuición agustiniana: el anhelo más profundamente humano acaba encontrando a Dios, que se manifiesta como alguien más íntimo que la propia intimidad.

Encontrar a Jesús cambia la vida de la persona, cambia la vida de Andrés, el hermano de Simón Pedro, porque el deseo de Dios es mucho más preciado que ninguna otra cosa. Cambia la vida de Simón y también puede cambiar la nuestra si nos acercamos a él sinceramente y deseamos compartir su intimidad. Jesús miró a Simón y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Quefas, que quiere decir Piedra».

Jesús nos mira hoy también, a cada uno de nosotros que le buscamos por los caminos no siempre fáciles de la fe. Lo esencial en la vida cristiana es dejarse mirar por Jesús, ir y ver dónde se aloja, estar con Él y anunciar lo que hemos visto y oído como un don de experiencia personal. Es el camino y el proceso que han seguido los discípulos y los santos y también el nuestro.

Esto, naturalmente nos invita a reflejar cómo nosotros, como discípulos de Cristo, tenemos las puertas abiertas para que todo el mundo pueda “venir y ver” cómo vivimos; dando razón de nuestra fe y de nuestra esperanza; compartiendo y dando a conocer nuestro testimonio de vida; ofreciendo con sencillez nuestra experiencia cristiana a aquellos que no conocen a Cristo o bien tienen un mismo anhelo de paz y de justicia o aquellos que buscan algo más que una vida que no va más allá de un horizonte materialista y consumista.

¿Qué queréis? ¿Qué buscáis? pregunta Jesús a Andrés y al otro discípulo. También a nosotros nos invita a su casa y nos dice “Venid y veréis”. Como los discípulos también podremos reconocer en Él el cumplimiento de nuestros anhelos y esperanzas y como en cada eucaristía somos invitados a compartir su palabra y su alimento de Vida para que la vivamos en abundancia y la demos a conocer a los demás.

Última actualització: 17 enero 2024