Ser estéril para una mujer israelita era una vejación muy grande. La lectura de hoy nos presenta esta situación con dos añadidos que la hacen más dolorosa: la estéril Ana recibe sólo una porción de la víctima ofrecida a Dios, mientras que Fenina recibía muchas más a causa de sus hijos. Y es esto lo que hería a Ana: «Su rival la importunaba con insolencia hasta humillarla pues el Señor la había hecho estéril». Cuántas veces, cuando nos sentimos seguros, tenemos la mala costumbre de manifestarnos de manera tal que humillamos a otros.
Señor, enséñame a ser discreto.