Pablo nos hace esta reflexión: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que, lo mismo que reinó el pecado a través de la muerte, así también reinara la gracia por la justicia para la vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor».
Ten en la boca y en el corazón: ¡Gracias, Señor! Dilo tantas veces como puedas.