Al final de la descripción del año jubilar aparece la intención profunda, y la pone en boca de Dios: «Que nadie perjudique a su prójimo. Y teme a tu Dios». Tener siempre en cuenta a los otros es una constante en toda manifestación del creyente. El que cree sabe que no vive nunca solo; consciente de ello, toma conciencia de Dios mismo.
¡Ojalá Señor que siempre vivamos como si fuera un año jubilar!