El profeta Jeremías está haciendo una experiencia muy mala; no sólo su predicación no es aceptada, sino que: «Oía la acusación de la gente: “Pavor-en-torno, delatadlo, vamos a delatarlo” …». Teme por su integridad física. Pero hace un trabajo interior que no le permite amilanarse. Reflexiona así: «el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso.» ¿No has experimentado que eres incomprendido, o despreciado, o francamente rechazado y excluido por causa de tus convicciones? Tener una actitud similar a la de Jeremías y, sobre todo, trabajar interiormente con unas ideas similares, ¿te parece muy difícil?
Señor, con el profeta te digo: hazme ver cómo haces justicia, ya que es a ti a quien yo he confiado mi causa.