El sectarismo es una trampa en que demasiado a menudo se puede caer. Parece que sólo unos privilegiados, unos iniciados, unos que siempre han estado allí, son los únicos que puedan disfrutar de las ventajas que puedan surgir en su seno. Hoy, el profeta Isaías, pone en boca de Dios, una actitud que está en las antípodas del sectarismo: «Esto dice el Señor: «Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos, vendré para reunir las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria… También de entre ellos escogeré sacerdotes…» Cuando me encuentro con personas con una sensibilidad diferente a la mía en sus expresiones de fe, ¿cuál es mi actitud interior? ¿Y exteriormente, cuando los demás me ven, qué cara pongo?
Señor, que siempre sepa aceptar y acoger aquellos que, creyentes como yo, tienen su origen, raza o formación, diferente de la mía, piensan y hacen distinto de mí.