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20 de febrero de 2022 Domingo VII (1S 26, 2.7-9.12-13.22-23)

Hoy vemos como David tuvo una oportunidad inmejorable para poder eliminar a Saúl, aquel que precisamente había salido del palacio para matar a David, era, pues, el enemigo. David, en cambio, no quiere destruirlo. La razón que da David es ésta: «que el Señor pague a cada uno según su justicia y su fidelidad… yo no he querido extender mi mano contra el ungido del Señor». ¿Quién es para mí el enemigo? Para Dios todo hombre y toda mujer es imagen de Dios, como nos proclama en Gén 1, 26. Ante aquel que se manifiesta enemigo, ¿qué quiero hacer, y qué debo hacer?

Señor enséñame a ser como Tú, que no haces diferencias entre si es enemigo o si es amigo, cuando voy repitiendo «el Señor es compasivo y misericordioso».