La carta de Santiago nos recuerda: «Con la lengua bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios. De la misma boca sale bendición y maldición. Eso no puede ser así». ¿Qué debo cambiar para que en mí la lengua sólo bendiga?
Señor, haz de mí un corazón limpio.