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8 de abril 2025 santa Julia Billiart, san Amancio y festividad de Joan de Organyà

Hoy, 8 de abril, celebramos la festividad: de santa Julia Billiart, virgen; de san Amancio, obispo; y de Joan de Organyà, abad.

Santa Julia Billiart, virgen

Nació en 1752 en un pequeño pueblo de la actual Francia. A los veintitrés años, estando con su padre, sufrieron un atentado con arma de fuego que le provocó una parálisis en las piernas. Enyesada, continuó con su apostolado en esas condiciones y no dejaba de decir: “Qué bueno es Dios”. Veintidós años después, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús de 1804, un sacerdote le dijo: “Madre, si tiene fe, dé un paso en honor al Sagrado Corazón de Jesús”: entonces la levantó y comenzó a caminar. Una vez restablecida, se dedicó a la formación humana y cristiana de las jóvenes, así como a la formación de catequistas, para las cuales fundó en 1804 la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de Namur. Murió un 8 de abril de 1816 y fue canonizada en 1969. Es patrona de las catequistas.

San Amancio de Como, obispo

En el siglo V, fue elegido tercer obispo de la ciudad de Como, al norte de Italia, dejando un recuerdo tanto de hombre santo como de buen organizador. Murió un 8 de abril, probablemente en el 449.

Beato Joan de Organyà, abad

El topónimo de Organyà está invariablemente ligado, como complemento de genitivo, a las célebres Homilías, el primer texto que podemos considerar redactado en catalán. Pero a menudo se olvida que un abad de Bellpuig de las Avellanas, del siglo XII, antiguo ermitaño, nació en esta población del Alto Urgel. Según nos dice la tradición, Joan de Organyà fue el auténtico introductor de la orden de los premostratenses en Cataluña a mediados del siglo XII, y el impulsor originario de las futuras casas de esta orden que se expandirían por el país. Fue prior del monasterio de Vallclara, primera abadía premostratense en Cataluña, hasta que se disolvió trasladándose los monjes a una cueva natural de Vilanova de las Avellanas, en un lugar conocido como Sant Cap o Bellpuig el Vell. Allí llevaron una vida muy austera, dedicada a la oración y a la mortificación. En un lugar cercano fundaron un hospital para atender a peregrinos y pobres. Y en 1166 se fundó a 3 kilómetros el monasterio de Santa Maria de Bellpuig de las Avellanas, del cual fue prior hasta que en 1172 se entregó a la oración y a la vida eremítica.