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5 de diciembre de 2025 San Sabas y san Dalmacio de Pavía

Hoy, día 5 de diciembre, celebramos la festividad de: san Sabas, abad; y san Dalmacio, obispo y mártir.

San Sabas, abad

Nacido en Capadocia hacia el 439, a los 18 años dejó su hogar y se trasladó al desierto de Judá. Allí fue formado bajo la dirección espiritual de monjes ermitaños expertos. Se convirtió en uno de los principales organizadores del monaquismo en Palestina en el siglo VI, creando un nuevo estilo de vida eremítica en siete monasterios que se llamaron lauras, reuniendo a los solitarios bajo un superior: “el monje es aquel que, en medio del desierto, escucha a Dios más fuerte que a su propio yo”. El más importante de estos monasterios, posteriormente llevaría su nombre, situado entre Jerusalén y el Mar Muerto. Allí, en la Gran Laura, vivió muchos años interviniendo incansablemente en las controversias religiosas de su tiempo, defendiendo la fe definida en el Concilio de Calcedonia frente a los monofisitas. Murió el 5 de diciembre del 532.

Su obra y culto tuvieron gran difusión en Roma cuando algunos de sus discípulos llegaron allí huyendo de Tierra Santa por las invasiones de persas y árabes en el siglo VII. La actual iglesia romana de San Sabas tiene su origen en la llegada de estos discípulos.

Una tradición cuenta que san Sabas vivía en una cueva que un día fue reclamada por un león que también quería ocuparla. El santo monje no se asustó: se puso a rezar y el león, tranquilo, se retiró. Este episodio simboliza su paz interior y dominio sobre el miedo: “no es en la cueva donde encuentras paz, sino en el corazón silenciado”.

San Dalmacio de Pavía, obispo y mártir

Nació posiblemente en el norte de Italia en el siglo III. Fue un joven formado en la religión pagana que se convirtió al cristianismo. Fue un gran predicador, recorriendo parte de Italia y gran parte de Francia, evangelizando a los paganos. Gracias a su don de oratoria y su fervor religioso, fue elegido obispo de la ciudad de Pavía, cerca de Milán, donde hizo crecer notablemente la comunidad cristiana.

A comienzos del siglo IV, sin embargo, el Imperio Romano decretó la última y más violenta persecución contra los cristianos. En este contexto, una personalidad como la del obispo Dalmacio llamaba fácilmente la atención, y pronto fue arrestado y martirizado por no querer renunciar a la fe en Cristo. Según la tradición, antes de ser ejecutado, pidió que le ataran las manos porque quería “presentarse ante Dios sin defenderse”.

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