El siglo XIII a. C., Moisés, hebreo salvado de la represión del Faraón gracias a la astucia de su madre, es educado a la corte egipcia, hasta que se da cuenta de la opresión de los hermanos de raza. Huye al desierto y allí Moisés recibió de Dios, presente en la zarza que no se consume, la revelación del nombre divino y la misión de liberar el pueblo de Israel narrada en el libro del Éxodo. Habla frente a frente con Dios que le dio la Ley a la cumbre del Sinaí. Moisés se quedará a las puertas de la tierra promesa y será recordado como uno de los más grandes profetas que Dios envió a Israel.
Rosa nació en Viterbo, Italia, en el 1233 en una familia de campesinos en 1233. En aquella época estaba inmersa en una guerra entre güelfs y gibel·lins. Cuando Rosa tenía poco más de quince años cayó enferma e hizo saber el deseo de entrar a formar parte de las terciarias franciscanas, cosa que pudo hacer realidad. Una vez recuperada se dedicó a predicar con una cruz el amor por Jesús y la Virgen María, y, sobre todo, la fidelidad en la Iglesia. Murió en la edad de 19 años y se le atribuyen numerosos milagros y hechos excepcionales. Fue proclamada santa el 1457.
Santa Rosalia nació en Palermo en 1130. Hija de una familia siciliana noble muy piadosa. A los catorce años se retiró a una cueva del MontePellegrino, viviendo de eremita y donde pasó el resto de su vida, en soledad, pobreza y penitencia rogando Dios. Murió el 4 de septiembre de 1160. Fue canonizada el 1630 y el culto fue promovido por los benedictinos. Es patrona de Palermo.