El texto de hoy está escrito desde la experiencia de la diáspora, que conlleva la formación de grupos pequeños y dispersos en un ámbito contrario a la manifestación y celebración de la fe misma, pero que viven con el deseo de un retorno a sus orígenes y de volver a reunirse todos juntos. El profeta Baruc comienza así: «¡Ánimo, pueblo mío, que perpetúas el nombre de Israel! Si habéis sido vendidos a los extranjeros, no es que yo quisiera haceros desaparecer. Fuisteis abandonados en manos de los enemigos porque habíais disgustado a Dios.» ¿Te parece que ahora nos sucede lo mismo?
Señor, te pido que alimentes nuestro coraje.