Hoy, día 4 de abril, celebramos la festividad de san Platón, abad; san Benito de Palermo, religioso; y el beato José Benito Dusmet, cardenal.
San Platón, abad
Fue un abad que revitalizó el monaquismo oriental y sufrió un largo encarcelamiento por reprobar abiertamente el divorcio del emperador Constantino VI. Murió en Constantinopla en el año 814.
San Benito de Palermo, religioso
Benito Manasseri, conocido como san Benito de Palermo, nació en 1524 en Sicilia, hijo de esclavos africanos (posiblemente nubios), por lo que era llamado “el moro”. Su madre había sido liberada, y Benito también lo fue al nacer. Tras varios años trabajando como campesino, se unió a una comunidad eremítica, y tras su disolución ingresó finalmente en la Orden de los Franciscanos Menores. A pesar de ser analfabeto, desempeñó diversas responsabilidades, desde cocinero hasta superior y maestro de novicios, viviendo siempre con gran humildad y espíritu de servicio.
Después de su muerte en 1589, la tradición le atribuye numerosos milagros y es invocado por muchos afroamericanos. Sus restos se encuentran en la iglesia de Santa María de Jesús en Palermo. Su proceso de canonización se prolongó más de dos siglos, hasta que en 1807 fue proclamado santo en Roma por el papa Pío VII.
Beato José Benito Dusmet, Cardenal
Hijo del marqués de Dusmet, nació en 1818 en Palermo, Italia. Fue monje y abad benedictino. En 1867 fue ordenado obispo de Catania en tiempos difíciles, durante la unificación italiana, y posteriormente fue creado cardenal. Promovió el apostolado social, el culto divino, el celo del clero y la formación religiosa.
Tuvo un papel importante en la reforma del Colegio Benedictino de San Anselmo en Roma y en la Confederación Benedictina. Sin embargo, es especialmente recordado por su dedicación a los más necesitados, permaneciendo junto al pueblo durante las erupciones del Etna y asistiendo a las víctimas de terremotos y epidemias de cólera. Practicó la pobreza hasta el punto de que, al morir el 4 de abril de 1894, no se encontró en su armario ninguna prenda para vestirle. No obstante, solía decir: “Siempre me ha gustado la pobreza, pero nunca la suciedad”. Fue beatificado en 1988.