Hoy, 31 de enero, celebramos la festividad de: san Juan Bosco, presbítero; y de san Francisco Javier M. Bianchi, sacerdote.
San Juan Bosco, nació en 1815 en Castelnuovo d’Asti, cerca de Turín, en el Piamonte. Después de una infancia difícil, una vez ordenado sacerdote, se dedicó a la asistencia y educación de los jóvenes de los sectores más abandonados de Turín, ciudad en la que creó un hospicio para estudiantes y obreros.
Con horizontes ilimitados, en 1864 fundó la Congregación de los Salesianos, llamada así por la admiración que sentía hacia san Francisco de Sales. Esta congregación llegó a tener, durante su vida, 240 casas donde los jóvenes recibían educación cristiana y formación profesional. Para las niñas, fundó, junto a santa María Mazzarello, el Instituto de María Auxiliadora. Su agudeza psicológica quedó patente en la labor pedagógica que desarrolló y en los folletos que escribió. Murió en Turín el 31 de enero de 1888. Fue canonizado en Roma en 1934.
San Francisco Javier M. Bianchi, nació en 1747 en Arpino, al sur de Italia. Fue un sacerdote barnabita, siempre fiel a su congregación. Alma ascética, hombre de cultura y gobierno, catedrático en la universidad, renunció en dos ocasiones a la oferta de una sede episcopal. Conoció a san Alfonso María de Ligorio en el seminario de Nola en 1758. Fue el confesor de santa María Francesca de las Cinco Llagas. Incansable samaritano por las calles de Nápoles, destacó principalmente en el ministerio de la reconciliación y la dirección espiritual, donde fue guía, orientador y formador de almas. Murió el 31 de enero de 1815. Fue canonizado en 1951.