Hoy, día 31 de diciembre, celebramos la festividad de: san Silvestre I, papa; de santa Coloma, virgen y mártir; y de santa Melania la Joven.
San Silvestre I, papa
Sacerdote romano, fue elegido papa en el año 314, justo después de que el emperador Constantino legalizara el cristianismo y pusiera fin a la época de persecuciones. Fue, por tanto, el encargado de reorganizar la Iglesia en esta nueva y decisiva etapa. Observó cómo la fe cristiana penetraba en todas las clases de la sociedad, pero también asistió impotente al surgimiento de la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesús. Envió legados al Concilio de Nicea en el año 325, que proclamó a Cristo como Hijo de Dios. Durante su pontificado, por voluntad del emperador, se construyeron las basílicas romanas de San Juan de Letrán y de San Pedro del Vaticano, así como la de la Santa Cruz en Jerusalén. Estableció las bases del derecho canónico y de la escuela romana de canto. Murió el 31 de diciembre del año 335.
Santa Coloma, virgen y mártir
Esta joven de dieciséis años, según la narración de su passio legendaria, habría nacido en Hispania y viajado a Sens, en la Galia. Allí, probablemente durante la persecución de Aureliano hacia el año 273, se negó a ofrecer sacrificios a los dioses y fue conducida a un prostíbulo que fue incendiado inmediatamente. Dos milagros dieron fama a nuestra mártir: por un lado, un hueso apareció para defender su castidad, obedeciendo a las órdenes divinas; y, por otro, ninguna de las dos sufrió daño alguno del fuego encendido. A pesar de ello, fue decapitada poco después. Su popularidad hizo que su nombre diera lugar a varias poblaciones.
Santa Melania la Joven, matrona romana
Nacida hacia el año 383, pertenecía a la familia patricia de los Valerii, una de las más influyentes y ricas del Bajo Imperio. Casada muy joven, tuvo dos hijos que murieron poco después. Muy afectada por este hecho, Melania inició un período de reflexión. Junto con su esposo Pinzio, optaron por la vida ascética, vendieron gran parte de su inmenso patrimonio y liberaron a miles de esclavos, causando escándalo entre la nobleza romana.
Formaron un pequeño grupo que se trasladó a Sicilia y más tarde al norte de África, donde entablaron amistad con san Agustín de Hipona. En Cartago y Tagaste (Numidia) vivieron siete años, fundando varios monasterios. Su peregrinación continuó hacia Jerusalén, donde conocieron a san Jerónimo y fundaron un gran monasterio femenino cerca del Monte de los Olivos. Santa Melania se convirtió en una gran maestra espiritual, notable por su erudición bíblica, vida ascética rigurosa, obras de caridad y capacidad de reconciliar comunidades divididas. Aún viajó a Constantinopla y, de regreso a Jerusalén, murió el 31 de diciembre alrededor del año 439, proclamando: “mi Esperado viene a buscarme”.

