Gregorio I, el Grande, nace a Roma hacia el año 540. Como funcionario imperial se distinguió por su capacidad administrativa, y por su integridad moral, hasta el punto de ejercer el máximo cargo civil de “prefecto de la urbe”. Mientras tanto, en su interior, maduraba la vocación monástica que abrazó el 574 a Roma.
Apocrisiari de Pelagi II en Constantinopla, lo sucedió en la sede de Pere. Contemplativo por naturaleza, se mostró experto en los asuntos teológicos y políticos, a lo largo de los trece años y medio de pontificado. Envió los primeros misioneros en Inglaterra y se mostró solícito hacia los necesidades.
Dejó un anchísimo epistolario, admirables homilías, un famoso comentario en el libro de Job, los Diálogos y su obra más famosa: la Regla Pastoral. También numerosos textos litúrgicos, célebres a madrigueras de la reforma del canto, que por su nombre fue denominado “gregoriano”. Murió en 604 y fue venerado como santo.
Es uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia y el primer monje a lograr la dignidad pontificia.