Nabucodonosor, nos cuenta el libro de Daniel, quería que Sidrac, Misac y Abdénago, adoraran la estatua de oro que él había hecho erigir. Estos se niegan y son arrojados al fuego; pero, protegidos por Dios, son salvados de quemarse. Nosotros quizás no viviremos una situación extrema como Sidrac, Misac y Abdénago, pero es necesario que nos revisemos si con nuestras actitudes ponemos nuestra confianza (por aquello de tener los pies en el suelo) en cosas materiales y no en Dios.
Señor, que siempre sepa escoger, y que siempre te elija a Ti.