Hoy, 28 de enero, celebramos la festividad de: santo Tomás de Aquino, presbítero y doctor; y de los obispos san Valero de Zaragoza, san Amadeo de Lausana y san Julián de Cuenca.
Santo Tomás de Aquino nació en Roccasecca, Italia, en 1225, y murió en 1274 en Fossanova, mientras se dirigía al Concilio de Lyon. Fue un hombre caritativo y pacífico que dedicó su vida al estudio. Educado en Montecassino y Nápoles, ingresó a los dieciocho años en la Orden de Predicadores. Continuó sus estudios en París y Colonia bajo la guía de san Alberto Magno. Contemplativo y silencioso, se ganó el aprecio de todos. Más intelectual que místico, enseñó filosofía y teología, materias sobre las que escribió extensamente. Es considerado uno de los mayores teólogos de la Iglesia y fue proclamado Doctor de la Iglesia.
San Valero o Valeri, obispo de Zaragoza, firmó las actas del Concilio de Elvira, celebrado a principios del siglo IV. Según la tradición, se le asocia con el diácono san Vicente. Sus reliquias se veneran en Roda de Isábena, en el antiguo territorio del obispado de Lérida.
San Amadeo de Lausana fue discípulo directo de san Bernardo de Claraval. Durante cinco años guió a los cistercienses de Hautecombe antes de ser nombrado obispo de Lausana. Se dedicó a la educación de la juventud y a la formación de un clero piadoso. Son célebres sus ocho homilías marianas, en las que expresó su profunda devoción a la Virgen María.
Por último, recordamos a san Julián, nacido en Burgos y arcediano de la diócesis de Toledo. Fue el segundo obispo de Cuenca tras la reconquista de la ciudad a los musulmanes. Se le recuerda como un obispo santo y ejemplar. Falleció en el año 1207.