En este tiempo de Adviento nos moveremos entre la esperanza de la que el texto de Isaías, hoy en su comienzo, de una manera muy poética nos habla cuando dice: «el rebrote que el Señor hará nacer» (rebrotar siempre nos recuerda volver a salir vida allí donde todo el mundo creía que no había); y la conversión: «cuando el Señor habrá borrado la sangre a Jerusalén con el vendaval que barre y hace justicia, a todos los que quedarán… les dirán santos». Los frutos de la esperanza y de la conversión son obra de Dios. Es necesario, sin embargo, que cada uno se deje llevar por la voluntad y la fuerza de Dios. ¿Hay algo en mí que me haga difícil seguir la voluntad de Dios?
Señor, que sepa ver desde mi corazón como iluminas la noche de los hombres y como tu justicia abraza y protege al hombre desvalido.