Hoy, día 28 de agosto, celebramos la festividad de san Agustín, obispo y doctor.
Toda la existencia de Agustín fue una apasionada investigación de la verdad. Al final, no sin una larga tempestad interior, descubrió en Cristo, el sentido último y lleno de la propia vida y de toda la historia humana.
Nació a Tagaste, en el norte de África en 354. Educado cristianament por su madre (santa Mònica), abandonó la fe y fue a Roma y Milà, para hacer carrera. Atraído por la belleza terrena “se lanzó” de manera egoísta y posesiva (como él mismo lo dice en su libro denominado “Confesiones”). A través de un fatigoso itinerario, gracias a las plegarias de su madre, Agustí se abrió cada vez más a la plenitud de la verdad y del amor, hasta la conversión ocurrida en Milà, bajo el guiaje del obispo santo Ambròs.
Devuelto en su tierra dirigió una vida ascética que continuará una vez el 391 será escogido por aclamación obispo de Hipona. Pastor durante 34 años instruyó los fieles con sermones y escritos numerosísimos, que le hacen el padre más ilustre de la Iglesia occidental y uno de los grandes pensadores del primer milenio. Traspasó en la casa del Padre en 430. Venerado por las diferentes confesiones cristianas, fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1295.