Hoy, día 30 de septiembre, celebramos: la festividad de los san Jerónimo, presbítero y doctor, y la de santa Sofía, viuda y mártir.
San Jerónimo, es uno de los santos más influyentes de los primeros siglos del cristianismo. Escritor, padre de la Iglesia y doctor, nació en Stridon, Dalmácia, en torno al año 342, de una familia cristiana, que le dio una esmerada formación, enviándolo también a Roma, para que perfeccionara sus estudios.
El ideal monástico y el amor a la Sagrada Escritura, vertebran la vida de este erudito cristiano, infatigable director espiritual y polemista. Después de recibir el bautismo, hacia el 366, se orientó hacia la vida ascética y, al ir a vivir a Aquilea, se reunió alrededor del obispo Valeriano. Más tarde marcha hacia Oriente, y vive como ermitaño en el desierto de Calcide, dedicándose al estudio. Perfeccionar al griego y estudiar hebreo, transcribió códices y obras patrísticas. Entró en contacto con representantes de diversas escuelas teológicas. Ordenado presbítero en Antioquía, residió varios años en Constantinopla.
Cuando regresó a Roma en 382, ya tenía un bagaje cultural, y es nombrado secretario del papa Damas I, que le encargó la traducción al latín de toda la Biblia. Esta versión es conocida tradicionalmente como Vulgata, y se convirtió en la traducción bíblica de referencia, para la cristiandad occidental. San Jerónimo también escribió otras obras importantes de tipo histórico, doctrinal y literario, aparte de ser el autor de una numerosa correspondencia.
Después de la muerte del papa Damas, Jerónimo dejó Roma en 385, emprendió una peregrinación a Tierra Santa y Egipto. En 386 se detiene en Belén, donde, gracias a la generosidad, fundó dos monasterios. Allí vivió una vida mucho más austera y ascética, dedicado a traducir y comentar la Biblia, a la predicación ya la dirección espiritual, hasta su muerte en 420.
Sofía (nombre que significa sabiduría), según cuenta la leyenda, fue una cristiana del siglo II, que al quedar viuda, distribuyó sus pertenencias entre los pobres, ayudada por sus hijas: Fe, Esperanza y Caridad. Acusada de predicar la fe entre las matronas romanas, durante las persecuciones del emperador Adriano, sufrió martirio junto a sus hijas, que el martirologio romano recuerda con fecha del primero de agosto.