Hoy, día 27 de septiembre, celebramos: la festividad de san Vicente de Paúl, presbítero; de santa Judit; y de las beatas hermanas Fradera, vírgenes y mártires.
San Vicente de Paúl, presbítero
En la Francia del siglo XVII, Vicente de Paúl dio un nuevo rostro a la Iglesia con su trabajo por la dignificación del clero, el compromiso con los pobres y una religiosidad cercana al corazón de la gente sencilla. De familia campesina, nació el 25 de abril de 1581 en Pouy, en el suroeste de Francia. Ordenado sacerdote, entró en contacto con eclesiásticos como Pedro de Bérulle y Francisco de Sales, y se sintió tocado por la pobreza generalizada y la falta de ejemplaridad del clero.
Junto con Luisa de Marillac, desplegó sus dotes de organizador al servicio de los pobres, dejando de lado un cristianismo elitista y la rigidez jansenista: “Si dejáis la oración para curar a un enfermo, dejáis a Dios para encontraros con el mismo Dios: curar a un enfermo es como recitar una oración”. Para los pobres fundó cuatro corporaciones religiosas, destacando entre ellas: la Congregación de la Misión de presbíteros y la de las Hijas de la Caridad: “Vuestro monasterio serán las casas de los enfermos; vuestra celda, una habitación de alquiler; vuestra capilla, la iglesia parroquial; vuestro claustro, las calles de la ciudad”.
Su piedad y su buen humor ayudaron a difundir su ideal re-cristianizador: “Vive en el descanso y en la confianza en Dios, avanzando en la alegría de Dios”. Murió en París el 27 de septiembre de 1660. Fue canonizado en 1737 y, en 1883, proclamado patrón de las organizaciones caritativas de todo el mundo.
Santa Judit, viuda del Antiguo Testamento
Judit, viuda joven y virtuosa de la tribu de Manasés, es la protagonista del libro veterotestamentario homónimo (siglo II a.C.). Con astucia, recriminando la cobardía de los suyos y confiando únicamente en la fuerza de Dios, se quitó las ropas de luto y se puso un vestido elegante, se ungió con perfumes, se colocó una diadema y todas sus joyas, y junto a su sirvienta se presentó en el campamento enemigo que tenía sitiada su ciudad, Betulia.
Allí sedujo y mató al general de Nabucodonosor, Holofernes, liberando así Betulia y salvando el Templo de Dios:
“Al son de los tambores danzad ante mi Dios, cantad al Señor al son de los címbalos; entonadle un salmo de alabanza, ensalzadlo, proclamad su nombre. El Señor es el Dios que destruye las guerras (…). El Señor todopoderoso los ha vencido, y lo ha hecho valiéndose de una mujer”.
En palabras de M. Claustre Solé: “La historia de Judit es y no es histórica. Quizás podríamos decir que es un hecho histórico sin ser un relato histórico. Es un libro lleno de tradición bíblica. Detrás de Judit podemos ver a tantas mujeres que han jugado un papel clave en la salvación del pueblo. Mujeres discretas pero valientes que arriesgaron mucho, aunque su recuerdo haya quedado en la penumbra”.
Beatas hermanas Fradera, vírgenes y mártires
Las hermanas Fradera (Carmen, Rosa y Magdalena), nacidas en Riudarenes entre 1895 y 1902, fueron tres religiosas de la congregación de las Misioneras del Corazón de María, dedicada a la asistencia a los necesitados y la educación de los jóvenes. Murieron durante la persecución anticlerical al inicio de la Guerra Civil Española.
Al estallar la guerra, recibieron la orden de abandonar sus comunidades y regresar a la casa familiar en Riudarenes, donde fueron detenidas la madrugada del 27 de septiembre de 1936: “Estamos dispuestas a morir por nuestra fe. Abridles, porque ya estamos preparadas, y si nos matan, descansaremos en Dios y todos vosotros salvaréis la vida”. Y Rosa añadió: “Adiós, en el cielo nos veremos todos juntos”.
Fueron asesinadas ese mismo día, tras sufrir tortura, en el bosque dels Hostalets, cerca de Lloret de Mar. Enterradas en los cementerios de Riudarenes y Gerona, desde 1974 sus restos reposan en la Casa Madre de la congregación en Olot. Fueron beatificadas en 2007.