Hoy, día 27 de junio, celebramos la festividad de san Cirilo de Alejandría, obispo y doctor; san Ladislao, rey; san Zoilo, mártir; y la Virgen del Perpetuo Socorro.
San Cirilo, Patriarca de Alejandría y doctor
Nació en el año 370, y fue monje, presbítero, y en el año 412 se convirtió en obispo de Alejandría de Egipto, una de las grandes iglesias de los primeros siglos. Hombre enérgico e impetuoso, trabajó por mantener íntegra la fe católica y tuvo un papel decisivo en el Concilio de Éfeso, que condenó las doctrinas de Nestorio. Esto lo llevó a profundizar en la doctrina cristológica y a escribir extensamente sobre la Encarnación de Jesucristo y la maternidad de la Virgen María. De este Padre de la Iglesia, el papa Benedicto XVI dijo que fue un “incansable y firme testigo de Jesucristo, Verbo de Dios Encarnado”. Murió en el año 444.
San Ladislao, rey de Hungría
Nacido hacia el año 1046. Pasó su juventud en un ambiente cargado de intrigas políticas, dinásticas y guerras civiles. Fue coronado en 1077 como rey de Hungría. Destacó por su celo por la fe y puso su autoridad al servicio de la cristianización del país, dedicándose a reformar iglesias deterioradas y construir otras nuevas. Cuando dirigía una cruzada con la participación de guerreros de varios países, fue sorprendido por la muerte en el año 1095. Fue canonizado en 1192.
San Zoilo, mártir
Mártir en Córdoba hacia el año 303, durante la persecución de Diocleciano. Hijo de una familia ilustre que manifestaba públicamente el cristianismo, y tras ser detenido y negarse a renunciar a la fe, fue decapitado. Tuvo una gran veneración en la ciudad, que luego se extendió por toda la península.
Cuando se produjo la invasión musulmana, sus reliquias fueron trasladadas al monasterio benedictino de San Juan Bautista que existía en Carrión de los Condes, Palencia.
La Virgen del Perpetuo Socorro
Esta famosa advocación mariana se encuentra representada en un icono oriental sobre madera, cuya datación es difícil de precisar, procedente de Creta y venerado en Roma desde finales del siglo XV en la iglesia de San Mateo de los PP. Agustinos. Tras diversas vicisitudes, en el año 1866 fue trasladado a la iglesia romana de San Alfonso en el Esquilino. Restaurado, este icono muestra a la Virgen María llevando a Jesús mientras dos arcángeles le presentan los signos de la Pasión: san Miguel porta la cruz con los cuatro clavos y san Gabriel la lanza y la esponja. Su devoción e influencia se extienden por los cinco continentes.