Hoy, 26 de enero, celebramos la festividad de san Timoteo y san Tito, obispos; de los santos abades fundadores del Císter; y de santa Paula, religiosa.
San Timoteo y san Tito fueron dos de los colaboradores más cercanos y queridos de san Pablo, junto con san Lucas. Pablo conoció a ambos durante sus viajes y los incorporó a su misión: Timoteo ya era cristiano, mientras que Tito fue convertido por el propio Pablo. El apóstol confió a Timoteo la comunidad de Éfeso y a Tito la de Creta. Sus nombres figuran como destinatarios de dos y una de las cartas del corpus paulino, respectivamente. Esta festividad se celebra justo después de la conversión de san Pablo, destacando la importancia de estos fieles compañeros en la propagación del Evangelio.
Los santos abades fundadores del Císter fueron un grupo de 21 monjes provenientes de Molesmes, liderados por el abad Roberto, el prior Alberico y el sabio Esteban Harding, quienes a principios del siglo XII buscaron recuperar las formas genuinas de la tradición monástica benedictina. Promovieron una vida marcada por la pobreza, la sencillez, el trabajo manual y la soledad. En un momento crítico de la fundación, Dios bendijo sus esfuerzos con la llegada de san Bernardo y 30 compañeros, quienes consolidaron esta reforma monástica, que tuvo un impacto significativo en la vida religiosa de la época.
Santa Paula, nacida en Roma en el año 347, fue una patricia romana que, profundizando en su fe cristiana, comenzó encuentros de oración en su propia casa, reuniendo a varias mujeres con el deseo de una vida ascética. En el año 382, invitó a participar en este círculo al asceta y gran estudioso san Jerónimo. Posteriormente, emprendió un peregrinaje por Egipto y Tierra Santa, donde san Jerónimo ya se encontraba dedicado a la traducción de las Sagradas Escrituras al latín. En Belén, Paula destinó sus recursos a fundar una casa para peregrinos y dos monasterios. Allí vivió dedicada a la oración, el trabajo y el estudio de las Escrituras hasta su muerte en el año 406.