Hoy, día 25 de junio, celebramos la festividad de: san Guillermo de Vercelli, abad; santa Orosia, mártir; y san Máximo de Turín, obispo.
San Guillermo de Vercelli, abad
Fue un monje itinerante, que buscó la soledad a lo largo de su vida, cambiando de lugar en función de esa búsqueda. Nacido en Vercelli, al norte de Italia, hacia el año 1085. Tras una peregrinación a Santiago de Galicia cargando cadenas, y el intento de ir a Jerusalén, edificó el monasterio de Montevergine, fundando la congregación benedictina del mismo nombre que, a finales del siglo XIX, se unió a la de Montecassino. Vivió siempre el ideal benedictino con afán apostólico, tendencia a la mortificación y una ferviente devoción mariana.
“Es necesario que mediante el trabajo de nuestras manos nos procuremos el alimento para nuestro cuerpo, el vestido y los medios necesarios para socorrer a los pobres. Pero esto no debe ocuparnos todo el día, porque debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo a la oración, con la que ganaremos nuestra salvación y la de nuestros hermanos”.
Murió el 25 de junio del año 1142 y es venerado en todo el sur de Italia y en Sicilia. Fue canonizado en 1942.
Santa Orosia, mártir
Fue una mártir que murió en la zona de Jaca en el siglo VIII o IX, en tiempos de la ocupación musulmana. Según la leyenda, era hija de los príncipes de Bohemia y fue entregada en matrimonio al soberano de Aragón para reforzar la lucha contra los infieles. Cuando se dirigía hacia su nueva tierra, al llegar a Yebra de Basa, cerca de Jaca, fue capturada por los musulmanes, quienes la torturaron hasta la muerte. Años más tarde, el 25 de junio del 1072, se halló su cuerpo, y sus reliquias se repartieron entre Jaca y Yebra. Es patrona de la diócesis de Jaca.
San Máximo de Turín, obispo
Era obispo de Turín en el año 398, un año después de la muerte de san Ambrosio. Se conservan muy pocas noticias sobre él; sin embargo, nos ha llegado una colección de más de noventa sermones. En ellos se puede constatar la profunda y vital unión del obispo con su ciudad, y su compromiso para reaccionar ante la degradación civil provocada por grupos de bárbaros. El tono y contenido de sus sermones muestran una profunda preocupación por el bienestar espiritual y material de sus fieles, así como una mayor conciencia de la responsabilidad política del obispo. Es considerado uno de los Padres de la Iglesia por su significativa aportación a la teología cristiana de los primeros siglos.