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24 marzo 2025 san Óscar Romero, san Adelmar y santa Catalina de Suecia

Hoy, día 24 de marzo, celebramos la festividad de san Óscar Romero, obispo y mártir; de san Adelmar, abad; y de santa Catalina de Suecia, abadesa.

San Óscar Romero, obispo y mártir

Óscar Arnulfo Romero nació en 1917 en la zona oriental de El Salvador. Quería ser sacerdote, pero seis años después de entrar en el seminario menor tuvo que salir para trabajar en las minas y ayudar económicamente a su familia. El obispo, conociendo su valía, poco tiempo después aportó el dinero para que Romero pudiera continuar sus estudios y lo envió a Roma para que adquiriera formación académica, una cultura europea y una mentalidad romana. Fue ordenado sacerdote en Roma en plena Segunda Guerra Mundial y, a finales de 1943, regresó a El Salvador, donde emprendió una gran actividad en su diócesis. Mientras tanto, la situación de los campesinos salvadoreños empeoraba día a día con la represión de los grupos paramilitares. En 1970 fue ordenado obispo auxiliar de San Salvador, en 1974 obispo de Santiago de María y en 1977 arzobispo de San Salvador.

La tensión entre el gobierno y la Iglesia había ido creciendo debido a la muerte de campesinos, sacerdotes y catequistas, hasta llegar al asesinato del jesuita Rutilio Grande. Su anuncio del Evangelio fue también una denuncia de la situación de su pueblo: creó una comisión para la defensa de los derechos humanos y se convirtió en la voz de los que no la tenían. Hizo un llamado a la reconciliación acompañada de justicia, pero no justificó la violencia revolucionaria como respuesta a la institucional. El nuncio y la mayor parte del episcopado se le opusieron, enviando a Roma informes acusándolo de dividir el país, pero Romero viajó a Roma y san Pablo VI le manifestó su apoyo, animándolo a seguir la nueva línea que los acontecimientos le habían marcado. Romero era un pastor en toda su esencia, un obispo que llevaba a su pueblo en el corazón, un amigo de la paz. Su opción por los pobres no era ideológica, sino evangélica.

Romero puso al servicio del Evangelio su capacidad comunicativa para denunciar las continuas violaciones de los derechos humanos, tanto por escrito como a través de la radio. Destacan sus cartas pastorales y sus homilías, escuchadas por muchísima gente. Se convirtió en un hombre muy popular y muy querido. Finalmente, san Óscar Romero murió asesinado de un disparo por los Escuadrones de la Muerte mientras celebraba misa el 24 de marzo de 1980.

Fue canonizado como mártir por odio a la fe en 2018. Sobre él, dijo el papa Francisco poco después, dirigiéndose a los obispos de El Salvador: “San Óscar Romero supo encarnar con perfección la imagen del buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Por ello, y aún más desde su canonización, pueden encontrar en él un ejemplo y un estímulo en el ministerio que les ha sido confiado. Ejemplo de predilección por los más necesitados de la misericordia de Dios”.

San Adelmar, abad

Nacido en Capua a finales del siglo X, ingresó como monje en el monasterio benedictino de Montecassino. Su fama como buen administrador hizo que la princesa lombarda de Capua lo requiriera como rector del monasterio femenino de San Lorenzo de Capua, que ella misma había fundado. Después de unos años, el abad de Montecassino quiso que regresara, lo que ocasionó diferencias con la princesa. Así, nuestro santo tuvo que partir hacia la diócesis de Chieti, donde difundió el Evangelio y fundó varios monasterios. Murió en la segunda mitad del siglo XI con fama de santidad y de hacer milagros.

Santa Catalina de Suecia, abadesa

Catalina Ulfsdotter nació en Suecia en 1331, siendo la cuarta de los ocho hijos de santa Brígida, quien la llevó de pequeña al monasterio cisterciense de Riseberg, donde fue educada. En el año 1350, coincidiendo con el Jubileo, Catalina pudo viajar hasta Roma, donde vivía su madre, que había enviudado poco antes. En la ciudad del Tíber, durante más de veinte años, ambas se dedicaron a ayudar a la población pobre y, al mismo tiempo, a la catequesis de las familias romanas. Desde Roma realizaron varios peregrinajes, uno de ellos a Jerusalén.

Cuando su madre, santa Brígida, murió en 1373, Catalina acompañó el féretro de regreso a Suecia, donde fue enterrada. Allí, se quedó en su país natal como monja y, posteriormente, como la primera abadesa del monasterio de Vadstena, fundado por su madre. Años más tarde, logró la aprobación papal de la orden fundada por su madre, las brigidinas, y luchó por su canonización. Falleció en la paz de Cristo un 24 de marzo del año 1381.

Su culto fue confirmado en 1484. Se la suele representar con un ciervo, que según la leyenda apareció misteriosamente en varias ocasiones para salvarla de los peligros.