Hoy, día 24 de diciembre, celebramos la festividad de: santa Tarsila, virgen; de san Delfín, obispo; y de los santos antepasados de Jesús.
Santa Tarsila, virgen
Nacida en el siglo VI en el seno de una antigua y noble familia romana (la gens Anicia), es conocida sobre todo por ser tía de san Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia, quien habla de ella principalmente en los “Diálogos”.
Junto con su hermana Emiliana, convirtió su casa en una especie de monasterio doméstico, llevando una vida de continua oración y de singular abstinencia, pero sin dejar de asistir a los necesitados. Poco antes de morir, tuvo una visión en la que se le apareció su difunto tío, el papa san Félix III, quien le mostró un lugar de gloria y la invitó a unirse a él. Poco después falleció en Roma en la vigilia de Navidad alrededor del año 585.
San Delfín, obispo
Fue el segundo obispo de Burdeos (Francia) en el siglo IV. Desarrolló una gran actividad pastoral en una época en la que la Iglesia iba cobrando cada vez más fuerza, cuando las duras persecuciones ya habían quedado atrás. Trabajó también para reafirmar la fe católica frente a las controversias priscilianistas, participando en el concilio de Zaragoza en el año 380, que condenó esta herejía. En 388 bautizó a san Paulino de Nola, un aristócrata romano que abrazó la vida ascética y religiosa, llegando a ser obispo y santo. San Paulino en varias cartas lo llama “padre y maestro espiritual”, lo que evidencia la admiración y respeto que le profesaba. Murió hacia el año 403.
Los santos antepasados de Jesús
El santoral romano conmemora su fiesta hoy, vigilia de Navidad, y dice textualmente: “todos los santos antepasados de Jesús, hijo de David, hijo de Abraham, hijo de Adán, es decir, todos aquellos que agradaron a Dios y fueron hallados justos y fieles a la fe cuando murieron, y que no llegaron a ver las promesas de Dios, sino que sólo pudieron contemplarlas de lejos”. Es un buen momento para prepararnos para el nacimiento del Hijo de Dios, recordando la larga estirpe de hombres y mujeres de la que procede Jesús, lo que lo hace plenamente miembro de nuestra débil y a la vez amada historia humana. Su genealogía se cita en los Evangelios de Mateo y Lucas.

