Hoy, 23 de enero, celebramos: la festividad de san Ildefonso, obispo; de san Francisco Gil de Frederic, mártir; y de santa Emerenciana, mártir.
San Ildefonso nació en Toledo en el año 606. Profesó la vida monástica y fue abad en Agali, hasta que fue elegido obispo, bajo el reinado de Recesvinto, de la sede metropolitana, sucediendo a san Eugenio. Se convirtió en una de las grandes figuras de la iglesia visigoda y en uno de los mejores representantes de las letras visigóticas. Entre sus escritos se encuentran obras teológicas e himnos litúrgicos. Destacó por su gran devoción a la Virgen María, siendo defensor de la virginidad de María y de la doctrina sobre el bautismo. Falleció el 23 de enero de 667. Tras la invasión musulmana, sus restos fueron trasladados a Zamora, donde actualmente se veneran.
Francisco Gil de Frederic, nacido en Tortosa en el año 1702, fue dominico en el convento de Santa Catalina de Barcelona. Trabajó como misionero en Filipinas, donde aprendió el tagalo, y después en Indochina, en tiempos de persecución. Allí adquirió también el conocimiento de la lengua local, adoptó un nombre autóctono y se dedicó a mantener la fe de cuarenta comunidades, repartidas en un amplio territorio alrededor de Tonkín. Tras un encarcelamiento de siete años, fue decapitado en 1745, junto con el también dominico Mateo Alfonso de Leciniana.
De santa Emerenciana, cabe recordar que fue una mártir romana, probablemente durante la persecución de Diocleciano. Según la tradición, era hermana de leche de santa Inés y sufrió el martirio tres días después de ella, mientras rezaba en su sepulcro junto con un grupo de cristianos. En la Edad Media, parte de sus reliquias fueron llevadas a Teruel, de donde se convirtió en patrona de la ciudad.