Hoy, día 23 de octubre, celebramos la festividad de: san Juan de Capistrano, presbítero; la dedicación de la catedral de Urgel; y la de san Pedro Pascual, religioso y mártir.
San Juan de Capistrano, presbítero
Juan, nacido en Capestrano, en los Abruzos italianos, en el año 1386. Estudió Derecho y llegó a ser gobernador de la ciudad de Perugia, donde fue encarcelado cuando esta fue ocupada. Fue en la prisión donde escuchó la llamada del Señor y se convirtió en presbítero de los frailes menores. Franciscano lleno de talento, tenía un gran poder de convocatoria sobre las masas. Trabajó por la reforma de su orden, primero en Francia, después en Italia, y recorrió Europa Central para luchar contra la herejía de Juan Hus. Finalmente, predicó la cruzada contra los turcos: después de encabezar un ejército que rompió el asedio turco de Belgrado, al regresar, fatigado y enfermo de peste, murió el 23 de octubre de 1456. Fue canonizado en 1690 y nombrado patrón de los capellanes militares en 1984.
Dedicación de la catedral de Urgel
La catedral románica de la Seu d’Urgell fue comenzada por san Ot en el año 1116 y, al parecer, nunca fue consagrada. La fecha de hoy corresponde a la dedicación del edificio anterior en el año 1040, promovida por san Ermengol. La primitiva catedral estaba probablemente situada en el lugar llamado Castellciutat.
San Pedro Pascual, religioso y mártir
Aunque existen serias dudas sobre su historicidad, la tradición cuenta que nació en Valencia en el año 1225, hijo de una familia mozárabe. Comenzó sus estudios con los benedictinos, los continuó en París, donde obtuvo el grado de doctor y fue ordenado sacerdote. Tuvo como compañeros de estudios a san Buenaventura y santo Tomás de Aquino. Fue canónigo de la sede de Valencia hasta 1250, cuando tomó el hábito de la Orden de la Merced. Más adelante fue trasladado a Zaragoza, donde fue instructor del hijo menor del rey Jaime I y de su esposa Violante de Hungría.
Según la tradición, Pedro Pascual se entregó por completo a la predicación, fue hecho prisionero y llevado a Granada. Durante su cautiverio, escribió obras doctrinales sobre la Inmaculada Concepción de María. Escribía en catalán, aunque además del latín y del griego, conocía perfectamente el árabe, el hebreo y el arameo. Esta gran capacidad para las lenguas, puesta al servicio de la causa apostólica, acabó llevándole al cautiverio por parte de los musulmanes y fue martirizado hacia el año 1300. Fue proclamado santo en 1670. Sus obras, en lengua original y con traducción latina, fueron publicadas en Roma en 1907.