Hoy, día 23 de noviembre, celebramos la festividad de san Clemente I, papa y mártir; de santo Columbà, abad; y la de santa Lucrecia de Mérida, mártir.
San Clemente, obispo de Roma los últimos años del siglo I, es el tercer sucesor de Pere, después de Linus y Anaclet. El testigo más importante sobre su vida es el de santo Ireneu, obispo de Líóhasta el año 202. Testigos tardíos, entre los siglos IV y VI, atribuyen a Climent el título de mártir. La autoridad y el prestigio de este obispo de Roma eran tales, que se le atribuyeron varios escritos, pero su única obra segura es la Carta a los Corintios, escrita entre el 96 y el 98. A esta carta se le atribuía un carácter casi canónico. Podríamos decir, que la carta constituye un primer ejercicio del Primate romano, después de la muerte de san Pedro, y le permite de exponer ampliamente la identidad de la iglesia y de su misión.
De santo Columbà, abad, diremos que es el mejor representante, de la cultura monástica irlandesa. Nacido en el siglo VI y formato al monasterio de Bangor, missionà la Gran Bretaña y parte de la Europa Central, evangelizando y fundando monasterios. Topó a menudo, para querer imponer por todas partes las costumbres irlandesas. Era un hombre exigente, a la vez que pleno de espíritu apostólico. Reposó en la paz de Cristo en 615.
Lucrècia, nació en Mérida el último cuarto del siglo III. Según el martirologio romano, fue una joven cristiana que sufrió martirio en Mérida, durante las persecuciones romanas de Dioclecià, en 304. Fue muy venerada en la ciudad, donde había una basílica cabe el siglo VI. El culto de la santa se difundió por la región de Bráccara(Portugal), según consta en los libros de algunas parroquias. Con la conquista musulmana el culto a la mártir desapareció. Cuando vuelve a restablecerse, ya no tiene la misma fuerza que había tenido.