Hoy, 23 de mayo, celebramos la festividad de los santos: Desiderio, obispo y mártir, y Honorato de Subiaco, abad.
San Desiderio de Langres, obispo y mártir
Nació en Autun, Francia, y recibió su educación en la abadía de San Sinforiano bajo la protección de san Germán. Fue obispo de Langres, cerca de Lyon. A pesar de no tener una gran preparación académica, su sencillez e ignorancia no le impidieron convertirse en un gran intérprete de las Sagradas Escrituras.
En el año 407, durante el reinado del emperador Honorio, ofreció su vida por sus fieles cuando el rey de los vándalos lo mandó decapitar en un lugar que hoy lleva su nombre (Saint-Dizier, en Champaña), después de que el obispo le pidiera que tratara a su pueblo con más humanidad.
Una leyenda posterior cuenta que el obispo, tras la decapitación, como tantos otros cefalóforos (santos que llevan su propia cabeza), recogió su cabeza y volvió a entrar en la ciudad a través de una grieta en la roca que se abrió para dejarlo pasar.
San Honorato de Subiaco, abad
En el siglo VI, gobernó sabiamente el monasterio de Subiaco, donde anteriormente había vivido san Benito de Nursia. Su vida, marcada por la devoción y la vida monástica, dejó una huella imborrable en la cultura y en la difusión de la regla de san Benito por toda Europa, siendo un ejemplo de vida consagrada que inspiró a generaciones posteriores de monjes y monjas. Murió en este monasterio de la región italiana del Lacio.