Hoy, día 23 de julio, celebramos la festividad de: santa Brígida de Suecia, religiosa; san Juan Casiano, abad; y san Apolinar, obispo y mártir.
Santa Brígida de Suecia, religiosa
Nació hacia el año 1302 cerca de Upsala, en Suecia, en el seno de una familia aristocrática. Casada a los dieciocho años, fue madre de ocho hijos (una de ellas fue santa Catalina de Suecia). Junto a su esposo adoptó la regla de los Terciarios Franciscanos y fundó un pequeño hospital. Tras quedarse viuda, intensificó su vida de piedad, se desprendió de sus bienes, se trasladó cerca del monasterio cisterciense de Alvastra y comenzó a escribir sus vivencias místicas, que se relatarán en los ocho libros de las Revelaciones: “Bendito seáis, Señor mío Jesucristo, que con vuestra sagrada muerte redimisteis las almas y las devolvisteis misericordiosamente desde este exilio a la vida eterna”.
Fundó la orden religiosa del Santísimo Salvador y se trasladó a Roma para dirigir la institución inspirada en la Regla de san Agustín. Ella, que era noble, vivía en la pobreza, teniendo que pedir limosna en las iglesias romanas. Trabajó por el regreso del papa desde Aviñón a Roma y por el fin de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Murió el 23 de julio de 1373 y fue canonizada en 1391. En 1999 fue declarada copatrona de Europa junto con santa Catalina de Siena y santa Teresa Benedicta de la Cruz.
San Juan Casiano, abad
Nacido posiblemente en Rumanía hacia el año 360. Con su amigo Germán viajó a Palestina y se hicieron monjes en Belén, familiarizándose con la vida cenobítica. Pocos años después emprendieron un viaje a Egipto para conocer los principales centros eremíticos, conviviendo unos siete años con los monjes del desierto. Hacia el año 400 se trasladó a Constantinopla, donde fue discípulo de san Juan Crisóstomo, quien lo ordenó diácono.
Cuando Crisóstomo fue depuesto, viajó a Roma para defenderlo y allí fue ordenado sacerdote. Años más tarde fundó dos comunidades monásticas en Marsella, una para hombres y otra para mujeres, que la tradición identifica con San Víctor y San Salvador, respectivamente. Para los monjes compuso dos grandes escritos ascéticos conocidos comúnmente como “Instituciones cenobíticas” y “Colaciones de los Padres”. Sus obras fueron una de las fuentes recogidas por la Regla de san Benito. Murió en la Provenza francesa hacia el año 433. Aunque nunca fue formalmente canonizado, san Gregorio Magno lo consideraba santo.
San Apolinar, obispo y mártir
Fue un evangelizador nacido en Antioquía, que según una tradición fue enviado por san Pedro en misión especial a Rávena, de la que fue el primer pastor, es decir, obispo, aunque otras fuentes lo sitúan un siglo más tarde. Allí condujo la comunidad durante casi tres décadas y finalmente, durante las persecuciones romanas, murió mártir. Su culto fue muy extendido en la Edad Media, considerado como el primer obispo de Rávena y el santo nacional de la dominación bizantina en Occidente.