Pablo describe unos sentimientos parecidos a los que tienen algunos padres con sus hijos: no les acaban de ver suficientemente maduros, y tienen miedo de que se desvíen, por eso escribe: «me temo que, lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes…». Evidentemente la preocupación de Pablo es de carácter pastoral y doctrinal. Hoy también hay dirigentes de la Iglesia que manifiestan este miedo, y hasta quizá también tú has experimentado este aguijón hacia alguien que amas. ¿Qué tendría que pasar para que estos celos sin motivo que, por otra parte, nos dice Pablo, vienen de Dios, desaparecieran?
Señor, que sea leal a la fe que me han transmitido mis padres.