Hoy, día 21 de febrero, celebramos la festividad de san Pedro Damián, obispo y doctor.
Pietro Damiani, conocido en catalán como Pere Damià, nació en Rávena (Italia) en el año 1007. Es uno de aquellos personajes que, en la Edad Media, trabajaron por la renovación de la Iglesia con su propio ejemplo de vida de oración y desprendimiento. Monje, fundador y reformador de monasterios, predicador, obispo y cardenal. Tras dejar los estudios, se retiró a Fonte Avellana, desde donde, como prior, reformó varios monasterios.
Con su vida muestra una feliz síntesis entre la vida eremítica y la actividad pastoral. Como ermitaño, encarna el radicalismo evangélico y el amor sin reservas a Cristo, tan acertadamente expresados en la Regla de san Benito. Como hombre de Iglesia, actúa con clarividente sabiduría, tomando incluso, cuando era necesario, decisiones audaces y valientes.
En su interesante obra titulada Vita Beati Romualdi, nos ha dejado uno de los frutos más significativos de la experiencia monástica de la Iglesia indivisa. Nombrado cardenal-obispo de Ostia, regresó nuevamente al monasterio, desencantado por los conflictos entre el Imperio y el Papado.
Fue el alma de la Reforma gregoriana, que marcó el paso del primer milenio al segundo, y de la cual Gregorio VII constituía el corazón y la fuerza. En una época marcada por particularismos e incertidumbres, debido a la falta de principios unificadores, Pedro Damián, consciente de sus propios límites, transmitió a sus contemporáneos la convicción de que: solo a través de una constante tensión armónica entre la soledad y la comunión puede darse un testimonio cristiano eficaz.
Murió en Faenza (Estados Pontificios) en el año 1072. Venerado desde su muerte, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal en 1828.