La gran riqueza de la Iglesia es tomar conciencia, leyendo la carta a los Efesios, que cada uno es necesario en la vocación recibida: «A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y doctores». Todo porque formamos un solo cuerpo y un solo espíritu, como es también una sola la esperanza que nace de la vocación recibida. ¿Cómo vives tu vocación que te ha de empujar a la comunión?
Señor, gracias por abrirme las puertas a la comunión contigo y con los hermanos.