La historia que hoy que nos cuenta el libro de los Reyes es muy parecida a otras historias donde, la ambición del poder, llega a cegar tanto, que pisa, sin miramientos, el derecho de quien debería ser legítimo heredero. La historia de los hombres siempre la encontramos repleta de ambiciones. Quizás nosotros no hemos llegado a matar, pero, a veces, hay críticas que, exageradas, de algún modo matan el prestigio y, todo ello, porque no nos han elegido a nosotros.
Pon en tu corazón la oración del salmo: «mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.»