En este día los cristianos celebramos la última cena de Jesús con sus discípulos. Es la instauración de la Eucaristía.
En el libro del Éxodo encontramos explicados todos los preparativos para la cena pascual y el Señor instituye un memorial para celebrar la liberación del pueblo de Israel. Con la última cena celebramos y anunciamos la salvación que nos viene de Dios. Jesús, el Cordero, nos da su cuerpo y su sangre, su VIDA, que nos dará la fuerza que necesitamos para amar como lo hizo Él: es el mandamiento nuevo. La Eucaristía nos debe mover a abrir nuestro corazón a los hermanos, a amar más y más con una donación total como la de Jesús. Es una invitación al amor, por eso hoy la Iglesia celebra el día del amor fraterno.
En la última cena, dio prueba de cómo quería a los discípulos, con el gesto del lavatorio de los pies. Él, el Maestro, sirve a los discípulos, sin distinciones, incluso sirve al que lo iba a entregar. No es extraño que los discípulos se sorprendieran ante el gesto de Jesús; su actitud escapa a toda razón humana, en nuestra vida de cada día no estamos acostumbrados a que un “superior” sirva a un ” inferior”; por el contrario, el superior, a veces puede llegar a abusar, del inferior. Jesús cambia todo esto. ¿Estoy dispuesto a amar y servir a todos? ¿También a mis enemigos, como Jesús hizo con Judas? Cuando sirvo, ¿lo hago con humildad y alegría? ¿Hago uso abusivo de mis situaciones de privilegio?
Hoy, una vez terminada la celebración, comenzará la Adoración del Santísimo. Adoramos al Amor, en silencio, y dejémonos penetrar por su fuerza.