La vida de David está llena de experiencias duras. Hoy mismo nos explica que Absalón, su hijo, alzado en armas contra él, le persigue, hasta el punto de que la prudencia le dice que ha de irse de Jerusalén. Nos dice el relato que «subía la cuesta de los Olivos llorando… Los que le acompañaban… subían llorando». Y no le basta con esta pena que en su camino hay quien le insulta y se alegra de su desgracia. Y David no actúa contra ese hombre. A lo largo de la vida, quizás hemos vivido experiencias muy desgraciadas. ¿Qué debo hacer para tener una actitud similar a la de David?
Señor, apacigua mi corazón en momentos de desgracia.