El argumento de la carta a los romanos es bien simple: «¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; y ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?; y ¿cómo anunciarán si no los envían?»
A nosotros, a mí, ¿quién me ha anunciado, quien me ha hablado, que me ha señalado las puertas de la fe? Este ha sido mi apóstol. Pero, ¿somos conscientes de que somos apóstoles de alguien? ¿De quién?
Señor, como los apóstoles, que mi vida te anuncie.