La fiesta de hoy recuerda la primera catedral de nuestro mundo, es decir, la catedral del Papa; desde su cátedra, el primer pastor se dirige a los creyentes. Es desde este prisma que leyendo la profecía de Ezequiel se nos describe, con la imagen de un río, la fuerza transformadora de la Palabra predicada. Es como las aguas que «fluyen hacia la zona oriental… desembocan en el mar de Sal. Cuando hayan entrado el él, sus aguas serán saneadas». ¿Dejamos que el agua de la Palabra fluya libremente para que dé vida a lo que se va muriendo, o prefieres construirte diques y canales para obligar a que la Palabra pase por donde quiere tu voluntad?
Señor, que nuestras oscuridades sean iluminadas por tu luz; dame el buen sentido de aceptar tu voluntad.